Por el Pr. Alberto Guerrero
«En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?» Mateo 18:1
En Mt. 18:1-11, el tema que emerge es netamente humano: el poder. Obsérvese que Jesús lo contrapone con los más débiles, los niños (paidíon). Los adultos están tras el poder y enfrente los niños asomando a la vida. Ellos no pueden reaccionar, pero lo que están viviendo dejará matrices de por vida.
En el relato se instala la idea de: ¿quién es más importante? Por supuesto esta situación no termina acá pues se retoma en Mt. 20:20ss., pero le permite a Jesús establecer qué es en realidad lo más importante. Obsérvese que Jesús pone al niño en el medio de la escena y que sigue ahí hasta concluir esta perícopa que tiene que ver con los “pequeños” (espirituales) en el ámbito de la comunidad.
¿Dónde comienza el drama? Cuando las pasiones de los adultos son tropiezo, escándalo (skándalon). Dando vuelta la frase: todo lo que se realice en la vida no debe escandalizar a “los pequeños”, que son aquellos que no tienen capacidad de decidir, pero si de sufrir el resto de sus vidas las consecuencias de las ambiciones. Se trata de quienes están indefensos ante el ejercicio del poder pero pueden recibir consecuencias fatales para el resto de la vida.
Dice el diccionario sobre “escándalo”: “Desenfreno, desvergüenza, mal ejemplo. Dicho o hecho reprensible que es ocasión de daño y ruina espiritual del prójimo. Ruina espiritual o pecado en que cae el prójimo por ocasión del dicho o hecho de otro.”
Jesús afirma que podemos arrastrar a otros al error, en este caso a un pequeño (mikrón) que espera en Dios, pero ve a quienes son sus mayores involucrarse en estas pasiones. La sentencia de Jesús es que los que generan escándalo, se arrojen al mar atado a una piedra de molino, y el Maestro se refiere a una de una tonelada.
Volvamos al niño. Es “barro” que Dios ha puesto en manos de padres, maestros, líderes, iglesias. Están al lado de los adultos, pero éstos están ocupados en cosas importantes. Lo que hoy vemos en niños y adolescentes, también se debe a adultos que miran para otro lado. Tal vez han estado ocupados teniendo grandes responsabilidades, reconocimientos… pero no miraron para abajo, porque para ver a los mikrón hay que dejar de mirar para arriba, y mirar para abajo.
Dios en su infinita sabiduría puso a su lado quienes les cuidaran (v. 11) –idea difundida en el tiempo de Jesús y retomada en la Edad Media– pero en rigor de verdad, la responsabilidad es nuestra y esto es lo que subraya el Maestro.
Frente a la realidad de descuido y desamor que nos está golpeando duramente, se pone de manifiesto que tenemos que saber leer los tiempos y reconocer que estamos flojos. El texto que estamos trabajando nos plantea que Jesús hace mención (por segunda vez, v.17) de la Iglesia. Por eso es urgente analizar cuáles son las prioridades, las estrategias y las motivaciones de una comunidad que sea capaz de analizarse como familia.
Podemos seguir tras el éxito o tras el número, pero la mirada de Jesús fue en otra dirección: Ser capaces de construir comunidades sólidas desde las raíces…