Cuando las relaciones fracasan

“Reconcíliate pronto con tu adversario mientras estás con él en el camino; no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y seas echado en la cárcel”. (Mt. 5:25)

“La suave respuesta quita la ira, pero la palabra áspera aumenta el furor”. (Prov.15:1)

Demanda, apelación, revocación,recusación,recurso de amparo, juez subrogante,sala de casación, sobreseimiento, juez de primera instancia, procesado, el imputado se ha negado a declarar…He descubierto que en los últimos tiempos estos términos y muchos otros ya nos resultan familiares, hasta aquellos que no conocemos nada del ambiente del derecho y la justicia, sabemos a qué se refieren cuando los escuchamos por  los medios o los leemos en los diarios. Años atrás muchos de nosotros desconocíamos sus significados simplemente porque en nuestro día a día no estaban incluidas estas expresiones. Y es así, ya no son extrañas para nosotros porque demasiadas cuestiones que deberíamos dirimir las personas, hoy buscan su respuesta en la justicia.

Que gran parte de nuestros conflictos terminen ante los estrados judiciales revela el fracaso de nuestras relaciones y la fragilidad de nuestros vínculos. Cuando rápidamente abandonamos el deseo de acordar, aun sin estar de acuerdo sin privilegiar la paz por encima de la razón, inevitablemente nuestros problemas serán resueltos por un tercero. Seguramente hay casos y situaciones en los que habrá que llegar a esa instancia, pero… cuántos otros no llegarían hasta allí si tuviéramos los recursos necesarios para nutrir el diálogo con escucha, con respeto y con paciencia. Ante la imposibilidad de resolver nuestros conflictos hemos judicializado el matrimonio, la educación y la relación con los hijos, las cuestiones entre vecinos, el ámbito laboral…hemos judicializado la vida.

En el primer texto que presentamos hoy (Mt. 5:25), vemos claramente que los conflictos son comunes, ocurren. Al decir: “Reconcíliate pronto con tu adversario mientras estás con él en el camino… Jesús parte de la afirmación de que el desacuerdo ya estaba instalado, por lo que aprendemos que si bien los conflictos no son deseables, a veces son inevitables y que es mejor ponernos a trabajar sobre el acuerdo que lamentar la presencia del problema. Por otro lado el consejo de Dios es que busquemos limar nuestras diferencias primero, evitando así  llegar a la justicia para que esta decida. Aunque no lo diga de manera explícita, la palabra “pronto” nos da la idea que el énfasis del texto está en que debemos dedicarle tiempo a la reconciliación aunque cueste.

La otra porción bíblica está en el libro de Proverbios y nos enseña cómo debemos tratar el problema, fundamentalmente cómo debemos tratarnos las personas cuando atravesamos estos procesos. Si nos apropiamos de la primera parte del texto, nos estaremos asegurando el diálogo y la escucha, aunque tal vez no siempre aseguremos un acuerdo definitivo pero sí la posibilidad de mantenernos como lo sugiere Jesús, “trabajando la reconciliación”. Si en cambio sostenemos la segunda parte, estaremos iniciando un camino sin retorno, porque del “furor” no puede surgir ningún acuerdo. La ira y el furor en un conflicto dan como resultado el abandono del diálogo y llegado a este punto muchas veces la intervención de la justicia como institución se hace inevitable.

Aquellos que hemos decidido caminar con Cristo, deberíamos alertar a los que nos rodean sobre cuál es el consejo de Dios en estos casos y sobre las consecuencias que acarrea hacer lo contrario. Nosotros mismos deberíamos practicar diariamente y en medio de nuestras diferencias “la suave respuesta”… ¿Que no es fácil? Ya lo creo que no, por eso hoy la vía más rápida es dejar que la justicia sea quien decida, ante la incapacidad de encontrar soluciones, dejar que sea otro el que se encargue de encontrar respuestas a lo que nos pasa… pero de eso se trata cuando hablamos de tener relaciones sólidas y vínculos saludables…estos se gestan cuando tomamos tiempo para escucharnos, se logran como resultado de una construcción conjunta y cuando permitimos que la vida que viene de Cristo transforme nuestra manera de resolver las cosas a la manera que Él nos propone.

Roberto Perazzo

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