“Haberse unido es el principio; mantenerse juntos es el progreso, trabajar juntos es éxito”. Esta frase tiene autor anónimo pero refleja muy bien el transitar de un matrimonio. Pero lo que no dice esa frase es que en ese “progreso” y “trabajar juntos” hay dos palabras poderosas y sanadoras: el perdón y la compresión.
Las relaciones familiares pueden, en su transitar diario, cargar con la pesada mochila de las ofensas. Aún las que parecen inofensivas o inocentes pueden herir o dañar emocionalmente al cónyuges y/o a los hijos.
¿Y si el conflicto es una realidad? Lo que no se puede hacer es ocultarlo o dejarlo pasar. El amor no debe guardar rencor, de acuerdo al amor ágape que nos enseña Dios en 1 Corintios 13:5. Más allá del dolor y del pedido de explicaciones, si no responde positivamente a ofensas cometidas y el conflicto no se resuelve, los corazones se endurecen, aparece la amargura y los cónyuges se aíslan.
Aquí es donde deben aparecer la comprensión y el perdón, claves para la construcción de un hogar que Dios aprueba. Cuando más se llega a comprender al cónyuge y/o a los hijos en cuanto a porque actúan de la manera en que lo hacen, mejor podrá responder hacia él/ella.
El perdón debe ser una de las claves, tomando como referencia directa, principal, la manera que hemos sido perdonamos por Dios. Perdonar tiene que ver con olvidar, dejar atrás la falta y elegir liberar a la otra persona de la deuda que tiene con usted y que renuncia a su derecho de venganza contra él/ella. Aún teniendo en cuenta el que ofendió debe responder por su accionar a Dios.
El perdón es el primer paso para restablecer las relaciones. No debe guardar resentimientos, sino amar y perdonar. Ore y Pida a Dios la fuerza para hacerlo por su cónyuge y sus hijos como Él lo hace con nosotros.
Por equipo de Comunicación Eirene.
(Con textos adaptados de “Biblia diario vivir” y «Expresar amor en el matrimonio» CEPC)