El diccionario de la Real Academia Española, define la coherencia como “la conexión, relación o unión de unas cosas con otras”. Son cosas que están unidas, que guardan una relación.Cuando lo que pensamos, decimos y hacemos guardan conexión; cuando están unidos por un mismo sentido, entonces somos coherentes.Dios es coherente: en Dios hay una perfecta armonía entre lo que piensa, dice y hace. De hecho, en el relato de la creación se expresa de este modo: “… y Dios dijo y fue hecho…” Tal vez el mejor ejemplo de lo contrario sean los políticos: piensan algo que jamás van a decir, dicen lo que los demás quieren escuchar y hacen las cosas de acuerdo al juego de intereses en el que se mueven. Piensan una cosa, dicen otra y hacen otra. Pero a fuerza de intentar algo de honestidad, debo reconocer que cuando me miro al espejo, veo mis propias incoherencias.
Algunas son deliberadas, propias de las malas actitudes o de intereses egoístas. Pero otras me son casi imposibles de resolver, porque hacen a mi condición humana limitada y vulnerable. Sobre estas incoherencias, el apóstol Pablo dice: “… porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago…”Es otro nivel de incoherencia, se trata de una lucha interna que se refleja en conductas que rechazamos, pero al mismo tiempo, no encontramos caminos para evitarlas.
Como el caso de un hombre que lucha con su problema de alcoholismo: ve el deterioro físico y anímico, su baja en el rendimiento laboral, también va perdiendo el disfrute por las cosas que antes le generaban placer, descubre con dolor el deterioro de sus relaciones familiares, el resentimiento y alejamiento de sus seres queridos. Cuando llega a ese punto, quiere salir de su adicción, quiere recuperar su vida, pero las presiones cotidianas, llevan otra vez sus pensamientos a esa copa de alcohol, que se convierte en otras muchas, y que usa como un escape, una huída de las tensiones insoportables.
Siente la incoherencia, sabe que es absurdo, pero se le impone: el aparente escape, no es más que la puerta de entrada a una nueva cárcel.Podría describir muchas escenas, que tienen a la incoherencia como el denominador común con la anterior:
· no poder manejar las reacciones violentas hacia los seres queridos;
· sentir que las reacciones impulsivas desbordan todo control;
· tener un proyecto maravilloso y desafiante por delante, pero sentir la falta de energía y de motivación para ponerlo en marcha;
· desear ser más afectuoso y expresivo, pero sentir el bloqueo a la hora de ponerlo en práctica;
· querer reconstruir esa relación rota con alguien amado, pero no encarar el diálogo reconciliador.
Incoherencias… no las deliberadas, sino las que sentimos que no podemos resolver, que se nos imponen y nos dejan impotentes y frustrados.
El anuncio de la venida del Mesías, decía: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel.” (Isaías 61.1) Cuando nos sentimos vencidos, heridos, prisioneros de nuestras propias limitaciones, hay una palabra de esperanza, de oportunidad de cambio. Justamente la tarea del Mesías tenía que ver con los que estaban (y estamos) atrapados en esta condición.Dios nos desafía a descargar nuestro peso interior sobre El, abrirnos a su perdón y su ayuda. Los cambios suelen ser difíciles, requieren un compromiso enorme y a veces hasta llevan años.
Pero podemos animarnos a empezar.
No es un camino mágico, pero Dios promete acompañarnos en el intento de encontrar la armonía y la paz, que son el resultado de la coherencia; ese lugar espiritual donde se vuelven a encontrar nuestros pensamientos con nuestras palabras y nuestras conductas.
Lic. Gustavo Valiño