La familia y la aceptación de la diversidad

Cuando partió de allí, se encontró con Jonadab hijo de Recab.

Después que lo hubo saludado, le dijo:

    –¿Es tan recto tu corazón como el mío lo es con el tuyo?

    –Lo es –respondió Jonadab.

    –Puesto que lo es, dame la mano.

    Jonadab le dio la mano. Luego lo hizo subir consigo en el carro

    II Reyes 10: 15

Teniendo en cuenta que Jonadab hijo de Recab, fue el antepasado de los recabitas, grupo que consideraba contrarias a la voluntad de Dios las prácticas propias de la vida sedentaria, tales como vivir en ciudades y cultivar la tierra (Véase Jer 35.2), el pasaje  nos muestra la amplitud y el pluralismo que deben tener nuestras instituciones en general, la familia en particular y nuestra vida en singular. En la cotidianeidad nos encontramos con aquellos que nos enriquecen y a todos ellos intentaremos enriquecer, ayudándolos a llevar una lectura crítica de la realidad  y al compromiso de transformarla (Ro.12:2).

Algo innegable es que lo diverso es lo más esencialmente humano que tenemos. Nuestra condición distintiva como Creación de una Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y no siempre hemos aprendido a vivir esa diversidad en la familia, en la comunidad, en el barrio como una verdadera bendición.  Quizás porque es más fácil, más cómodo andar entre los iguales, aceptar a los que tienen nuestro punto de vista. Nos trae tranquilidad quizás. Pero sin duda si se convierte en nuestro único ámbito de desarrollo nos estamos perdiendo de algo. Y algo bien interesante.

Quiera Dios ayudarnos a construir familias donde se encuentre ese espacio para aceptar al diferente . ¡Qué seamos capaces de estrechar manos y corazones con aquellos y aquellas que quizás piensan o creen diferente, respetando sus posiciones y a la vez siendo auténticos!
Quiera Dios inspirarnos para que ese latir de nuestra fe y de nuestra espiritualidad, atraviese la trama de nuestras familias, y resignifique nuestra cotidianeidad a la luz del compromiso que asumimos al afirmar con el apóstol Pablo el contenido de Romanos 12:2: para que cambie nuestra manera de vivir, debe cambiar nuestra manera de pensar…

Cecilia Naddeo y Liz Hillewaert

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *