Basta con leer los titulares de los diarios. O ver las noticias en televisión. O escuchar la radio. O simplemente mirar a nuestro alrededor. Cada día la delincuencia cuenta con protagonistas más jóvenes y más violentos; ¿a dónde llegaremos? ¿Cómo pararlo? ¿Se podrá prevenir?
Se ensayan mil y una hipótesis explicativas y cursos de acción consecuentes: algunas ponen su acento en lo punitivo (penas más severas, leyes más duras, cárceles más seguras); otras en lo educativo (prevención, medios de comunicación y colegios como formadores de nuevos modelos); otras en lo socio-económico (mayor justicia social, acceso a la educación y oportunidades laborales), etc. Cada una puede tener su parte de razón y también sus limitaciones.
Como formadores de la vida de nuestros chicos (niños o adolescentes), ya sea como padres, maestros o líderes, el tema nos afecta. Sin llegar a casos tan extremos, a veces nos preocupa la conducta de nuestros chicos, su falta de respeto a los límites, su dificultad para adecuarse a las normas, cómo se agreden entre ellos y a sus autoridades, la intolerancia, la impaciencia, su rebeldía e insatisfacción, entre otras cosas.
¿Qué pasa con los chicos de hoy? Los chicos de hoy y de siempre no son “islas”, sino que están insertos en una familia, que a su vez pertenece a una sociedad en un tiempo histórico-social determinado.
Las características del tiempo que nos toca vivir son potencialmente generadoras de violencia. El individualismo promueve el egoísmo y la competencia cruel. La velocidad, la rapidez, hace que todo sea descartable: las cosas, el conocimiento, la tecnología, y también las relaciones interpersonales. Esto genera ansiedad e insatisfacción. El consumismo resulta en una perversa deformación del valor de la persona humana. La consecuencia visible: violencia o depresión. El predominio del secularismo y humanismo, dejando afuera a Dios y sus absolutos, no provee de una base segura y firme para conducir la vida.
La familia no escapa a esta realidad. No se puede abstraer y vivir en un mundo aparte, pero sí debe estar despierta operando a modo de “filtro”, desarrollando una actitud de reflexión y crítica, proveyendo otros elementos más sanos para su desarrollo. No podemos pretender que la sociedad que desconoce a Dios viva según sus parámetros pero sí podemos vivir, como familias cristianas, los valores y las reglas bíblicas para la familia de Dios, que es el modelo de sociedad que El propone.
María Elena Mamarian de Partamian
Psicóloga
Coordinadora del Centro Familiar Eirene
(Este articulo que adaptamos especiamente para la Web de Eirene, tiene un segundo envio que publicaremos en este mismo espacio en las próximas semanas)
Excelente análisis de la realidad de los niños en la actualidad, esto es un fenómeno global, y lo más triste es que muchos padres ya no saben que hacer frente a esta problemática. Creo que como padres que tenemos principios cristianos tenemos un gran desafío, y no escapamos de estas influencias en nuestros hijos; tenemos que tomar esto en serio, y trabajar en fortalecer a la familia, las relaciones entre esposos, y una comunicación asertiva con nuestros hijos.