Por Pr. Alberto Guerrero
«Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. as si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra.
Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.
De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.» Mateo 18:15-18
Si tu hermano peca contra ti… Esta frase nos obliga a un par de aclaraciones. La primera es que la palabra pecado tiene una fuerte connotación teológica que, a veces suena muy descalificadora, y que básicamente tiene que ver con el error, la equivocación.
La segunda aclaración es que Jesús no dijo contra ti. A veces no resulta agradable señalar estos agregados, pero lamentablemente es así. Pensemos juntos. Si Jesús hubiera dicho contra ti, significaría que sólo podría actuar en los casos que alguien cometiera algún error hacia mi persona. Es más lógico y coherente, siguiendo el espíritu del texto y el pensamiento de Jesús, aceptar que debo estar dispuesto a acompañar a mi hermano en cualquier instancia de error.
El término que incluye Mateo es elegchón, que tiene que ver con “mostrar su falta a alguien convenciéndolo”. En otras palabras, la idea es ponerse al lado de alguien que se ha equivocado, no para condenarlo sino para restaurarlo. Mostrarle con mucha misericordia en qué consiste su error y que es posible superarlo.
Nótese que esta primera instancia está en el marco de la intimidad, la confianza, y muy lejos de la descalificación. Es como nos gustaría que actuaran con nosotros al cometer algún error en la vida; simplemente que alguien nos ponga la mano en el hombro con mucho afecto, y se esfuerce con cariño por mostrarme mi error.
¿Es muy difícil…!
¿Están los integrantes de nuestras congregaciones preparados para algo así? Acaso se enseña esto, o cuando se equivocan directamente les llevamos ante las “autoridades eclesiásticas” o finalmente a la iglesia para que lo disciplinen. Sin embargo, el vocablo discipular tiene la misma raíz que disciplinar, así que, el acercamiento a una persona que ha cometido un error siempre deberá ser para discipular, y finalmente, ante la persistencia, disciplinar. ¡Pero aun así, siempre es para restaurar…!
Desde el fondo de mi experiencia, uno de los factores que más nos ha llevado a equivocarnos frente al error de los demás, es no darles tiempo. No funcionamos todos al mismo ritmo, ni elaboramos o evaluamos al mismo tiempo.
Uno de los mejores ejemplos de esto, lo ofrece Jesús quien esperó a Pedro. Él le había negado, sin embargo Jesús esperó días, y en un momento a solas mantuvo un diálogo reflexivo y movilizador al que Pedro solo pudo responder, tu sabes que soy tu amigo…
Pedro descubrió la amistad de Jesús cuando no se sintió recriminado, sino aceptado…