Por Pr. Alberto Guerrero
«¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños.» Mateo 18:12-14
Años atrás escuchábamos reiteradamente explicaciones de este texto. Generalmente tenía una aplicación de ir tras el perdido y para eso hace falta dejar las noventa y nueve.
Como lo correcto es analizar el texto en el contexto (en este caso todo el capítulo), no es difícil notar que, primero se señaló que no debo ser causa de que un hermano/a se desvíe (escándalo), pero que si se desvía, la comunidad debe priorizar la atención a aquél que está en conflicto. El hecho de que el dueño (él o los responsables) de las ovejas las dejen circunstancialmente, no significa que el resto de la manada no hace nada. De alguna manera deben ser parte de la preocupación de que una se ha extraviado y eso es lo realmente urgente. El tiempo de desatención que sufrirán bien vale la restauración de quien se dispersó.
Esto no es tan fácil de lograr. Hay ovejas muy “celosas” y que demandan atención constante aunque jamás se han de preocupar por el resto. Incluso jamás han de mirar al costado a ver si alguien está más necesitado que él. Tendemos a apreciar la vida congregacional, nos tiene en el centro y nos transformamos en lo más importante.
Para contrarrestar esto surge la idea de que el vivir una sana relación con Dios, incluye el servicio al otro. Porque hasta que no descubro lo que pasa en la vida de mi hermano/a, no tomo conciencia de que el sufrimiento, la lucha, y las lágrimas, son algo para ser compartidos.
¡Solos no podemos…! ¡Porque nadie se enferma o se sana sólo…!
La familia de Dios fue gestada con características de ida y vuelta. La fe se desarrolla en comunidad, donde lo más importante no son las categorías que los humanos le dan, sino el servicio como expresión del reconocimiento del perdón recibido. Al fin, una congregación no es más que un grupo de personas que reúnen una única condición: ¡ser pecadores perdonados…!
Si nos preguntan ¿cuál es tu currículum de cristiano? La respuesta empieza por decir: ¡Yo, pecador arrepentido…! Después a partir de ahí, Dios comenzó a ser el alfarero… A veces no lo dejé trabajar tranquilo… Pero Él se tomó su tiempo…
¡Habrá que preguntarse si dejamos que Dios trabaje en nosotros…!