¿Qué pueden hacer las madres y los padres cuando detectan que su hija puede estar en una relación abusiva de noviazgo? En principio saber que hay varios sí y otros tantos no, que son clave a la hora de ayudar y buscar la prevención de la violencia. En el siguiente texto de Maria Elena Mamarian, las respuestas.
Es posible que -inicialmente- los padres no sean testigos presenciales del maltrato. Por lo general, las madres y los padres atentos comienzan a notar cambios en las conductas y en los estados de ánimo de sus hijas. Las chicas pueden mostrarse apagadas, tristes, deprimidas, temerosas, también irascibles cuando se les pide razones de ello. En cuanto a la conducta, pueden aislarse, tener comportamientos huidizos, evadir las reuniones familiares, decaer en el estudio o abandonarlos en casos extremos, abandonar actividades que les resultaban placenteras, dejar de ver a sus amistades y otros cambios de hábitos que tienen por objeto no molestar al novio, como vestirse diferente, por ejemplo. Recordemos que los novios que ejercen violencia tienen conductas de control, manifiestan celos, establecen relaciones de posesión con la novia, supervisan sus llamados telefónicos, las aíslan de sus entornos y los critican (familia, amigos, iglesia), con el fin de lograr el dominio sobre ellas. Gradualmente, ellas van perdiendo libertad y cambian negativamente. Dejan de ser quienes eran.
Sólo ocasionalmente, o más avanzada la relación, es posible que los padres y hermanos/as sean testigos del maltrato solapado del novio violento: miradas intimidatorias o de desaprobación, críticas a su vestimenta o actuación, chistes descalificatorios hacia la novia, silencio usado manipulativamente, falta de compromiso en la relación, y otros indicadores señalados con anterioridad. Todo esto puede estar mezclado (o alternado) con muestras de cariño o expresiones grandilocuentes sobre ellas, lo cual confunde a la novia y al entorno.
No es fácil para los padres intervenir en estas situaciones. Es posible que al principio se sientan desconcertados, inseguros, ya que se trata de una situación nueva. Cuando toman conciencia de lo que sucede (porque han leído sobre el particular, o han consultado con un profesional, o simplemente el maltrato va siendo más evidente), suelen experimentar angustia, frustración, culpa, enojo. Pueden entonces desesperarse o paralizarse.
Sin ánimo de dar recetas, porque no las hay y porque cada caso es diferente y complejo, y siguiendo algunas pautas sugeridas en la Guía para Madres y padres con hijas adolescentes que sufren violencia de género, cuya lectura completa recomendamos, mencionamos a modo de síntesis:
Los “NO”:
- Actuar con violencia, imponer, prohibir.
- Intentar rescatarla y forzar la ruptura.
- Manipular, controlar.
- Juzgar. Desconfiar.
- Criticar al novio o hablar directamente con él o su familia, especialmente detrás de ella.
- Retirar el apoyo si ella no corta la relación de pareja. Distanciarse. Dejarla sola.
Los “SI”:
Consigo mismos:
- Reconocer los propios sentimientos y despojarse de las cargas innecesarias: culpas (propias y mutuas), vergüenza, desesperación.
- Pedir contención en los vínculos de afecto.
- Recurrir a ayuda especializada para saber cómo manejar la situación particular.
Con la hija:
- Escuchar. Comprender, más allá de la propia lógica.
- Respetar el ritmo de los vaivenes emocionales de la hija, recordando el ciclo de la violencia (lo que explica los cambios de momentos en la relación).
- Guardar la calma, sobre todo cuando ella se anima a hablar de lo que pasa en la relación.
- Recuperar el buen clima familiar y la confianza, a veces deteriorado por la crisis que se experimenta.
- Acompañar. Asegurar la incondicionalidad del afecto.
- Garantizar la confidencialidad.
- Tomar en cuenta si hay amenazas de parte del novio. Generalmente las hay. Tomar recaudos para proteger a la víctima si se ha llegado a la violencia física.
- Tolerar las recaídas después de una ruptura del noviazgo. Ser pacientes con las dudas y temores.
- En cuanto sea posible, derivar a profesionales especializados. O, al menos, consultarlos.
- En el peor de los casos… si la relación de pareja continúa y se formaliza en matrimonio: ¡nunca cortar los puentes!
Es posible que esa hija necesite y quiera en un futuro -cercano muchas veces- volver a la relación con los padres, con los amigos y con los líderes, pero sienta vergüenza, culpa, humillación, sentimiento de fracaso. Debe saber que los puentes de amor siempre están tendidos para regresar y ser cobijada, abrazada, restaurada.
Es claro que las intervenciones parentales dependerán de la edad de la chica (a menor edad, mayor intervención) y también de la conciencia que ella tenga de la situación. Lógicamente, será más fácil ayudar cuando la hija sea consciente de lo que está viviendo y pide ayuda para salir de la relación abusiva. En cualquier caso, serán necesarias grandes dosis de paciencia, sabiduría, creatividad y asesoramiento adecuado para actuar con la prudencia que el caso requiere.
Por Mamarian, María Elena: Rompamos el silencio. Prevención y tratamiento de la violencia en la familia. Cap. 4: Prevención de la violencia en el noviazgo. Ediciones Kairos