por Jorge Galli
A la luz de Mateo 16:13-20, no es suficiente decir: «Creo en la iglesia». Tenemos que poder responder a la pregunta: ¿En qué iglesia creo? Hecha la pregunta, presento un intento de respuesta:
Creo en la iglesia que tiene como fundamento a Cristo, «el Hijo del Dios viviente».
Creo en una iglesia diversa, plural, heterogénea, con diferentes carismas y énfasis. Creo en una iglesia ecuménica, pero con un solo fundamento: Jesucristo. Muchas iglesias hoy tienen ese carisma: su diversidad. Sus miembros vienen de diferentes trasfondos confesionales (metodistas, católicos, pentecostales, carismáticos, anglicanos, hermanos libres, bautistas, y otros). Creo en una iglesia cuyo fundamento es Cristo. De allí es de donde nace la unidad y la diversidad de la iglesia.
Creo en una iglesia santa, que finalmente prevalecerá sobre las fuerzas del mal.
El mal está instalado en el mundo como las sombras están instaladas en la noche, pero el avance de la iglesia es como la luz de la aurora. Esta luz es el estilo de vida diferente que empieza a notarse en los creyentes. Esa luz hace retroceder las fuerzas del mal y aun las mismas puertas del mal, y esas puertas no prevalecerán sobre la luz de la iglesia. El avance de la iglesia descansa sobre la santidad de los cristianos.
Creo en la iglesia que proclama el evangelio para dejar entrar al Reino de Dios a todos los hombres.
La llave de la iglesia es el evangelio. Cada vez que la iglesia proclama el evangelio usa las llaves del Reino. Las puertas del Reino de los cielos se abren de par en par para dejar entrar a todos los que creen en la buena noticia.
Las llaves del reino abren cerraduras de doble vuelta: obras y palabras. A veces usamos las llaves, pero le damos una sola vuelta y la puerta no se abre. Hacemos obras, pero no anunciamos; o anunciamos, pero no hacemos obras. Obras y palabras: esa es la misión integral de la iglesia, que abre las puertas del Reino.
Las llaves del Reino abren puertas para que pasen todos: los más débiles, los indefensos y los desahuciados del mundo son los primeros en pasar, pero también llegan los Nicodemos, los José de Arimatea, los poderosos que se dan cuenta de su pequeñez.
Creo en una iglesia que tiene una misión profética (juicio: «atar») y una misión pastoral (perdón: «desatar»).
El profeta ata con juicio, el pastor desata con el perdón. Creo en la iglesia que hace oír su voz profética y denuncia todo sistema de injusticia, de corrupción y opresión; la iglesia que ata con juicio a los poderosos que dictan leyes, hacen negocios e invaden países aun creyendo que hacen un servicio a Dios, o en nombre de Dios. Creo en la iglesia que se para frente a la casa de los Herodes y ata con juicio, cuando dice: «No es lícito lo que estás haciendo». Atar con juicio es denunciar. Pero también creo en la iglesia que perdona, que sana, que desata, que lleva vendas y aceite para aliviar las angustias de los que se vuelven a Dios.
Conclusión
Creo en la iglesia que sabe donde está parada: sobre el fundamento que es Cristo. Creo en la iglesia que por su estilo de vida llega hasta las puertas del mal y las derriba. Creo en la iglesia que va abriendo puertas aquí y allá, a los gentiles, a los pobres, a los ricos, a los ancianos, a los niños. Creo en la iglesia que ata con juicio a los que hacen el mal, pero desata y sana y libera a los que se vuelven a Dios.
Creo en una iglesia que levanta su voz profética y no pasa por alto al caído. Argentina necesita de una iglesia que desarrolle una misión profética y pastoral: en una mano la balanza para pesar las acciones de sus habitantes, y en otra mano las vendas para curar las heridas.
Por años, los cristianos hemos sido como la cenicienta de este país. Hermanos y hermanas, no estamos «dibujados» para ser un adorno institucional. Dios nos ha puesto como protagonistas de la historia. Que Dios nos ilumine y renueve nuestras fuerzas, para que podamos ser esta iglesia.
Jorge Galli, argentino, es psicólogo especializado en cuestiones de familia y docente de EIRENE-Argentina, y ejerce el pastorado en la Iglesia Evangélica Bautista de La Lucila, Provincia de Buenos Aires, Argentina.
Artículo tomado de la Revista Kairós (www.kairos.org.ar)