Por Jorge Galli
Celebro la inclusión de la esperanza como eje del trabajo de María Elena y celebro en particular el pedido de ella que es el destacar la esperanza en la familia.
En medio de tantos mensajes apocalípticos sobre la extinción de la familia, hacemos bien en afirmar nuestra esperanza en la familia.
Tenemos razones para tener esperanza en la familia:
- Dios es su autor. La familia, esa institución creacional, surgida desde el mismo nacimiento de la humanidad, está sustentada por el propósito de Dios: ser el primer lugar de contención y humanización de las personas.
- Porque creemos en el hombre. Creemos en la capacidad gregaria del hombre que ninguna fuerza fragmentadota será capaz de destruir. El fuerte individualismo que hoy nos acosa, no es cosa nueva. También desde su orígenes el hombre tuvo que enfrentarse con la destrucción de los vínculos familiares, fraternos. Pero la capacidad de buscar al otro, de encontrase con el otro y en el otro, no pudo ser destruida. Tenemos esperanza en la familia porque el hombre es naturalmente un ser gregario.
Tanto por El su Creador, como por Criatura, la familia se sostendrá a pesar de los tembladerales que pueda padecer a lo largo del tiempo.
Pero esta esperanza no puede ser una espera pasiva. La esperanza en la familia no se sostiene en un sentimentalismo nostálgico, ni siquiera en un voluntarismo ingenuo. La esperanza en la familia se sostiene en el compromiso cotidiano como es el de muchos padres que todavía revisan el cuaderno de clase de los hijos, en el sacrificio diario como es el de tantas familias que creen que el esfuerzo es anterior a la diversión, en la apuesta a la vida como es de cada pareja que decide tener un hijo. Esa esperanza activa es la que puede darnos que la familia, será familia, a pesar de todo.
Esperanza en la familia. ¿En qué familia? ¿La familia de nuestros ancestros? ¿En la familia extendida? ¿En la familia patriarcal? Mucho me temo que la esperanza en esos modelos de familia del pasado, no es esperanza, es más bien una añoranza, legítima, pero añoranza al fin.
- La familia del futuro será la familia que seguirá cumpliendo con su misión: lugar de humanización de las personas, seguirá siendo la célula básica de la sociedad, pero su formato y sus estrategias cambiarán.
- Hay esperanza para las familias que se transformen en un lugar de participación y de acuerdos. Sin negar la autoridad, en la familia del futuro no habrá lugar para los autoritarismos.
- Hay esperanza para las familias que sean sólidas en sus convicciones pero flexibles a los cambios. Sin negar la solidez de los valores, las familias rígidas no tienen futuro.
- Hay esperanza para las familias que trabajen por la equidad de cada uno de sus miembros. Las familias violentas, descalificadoras, manipuladoras, no tienen futuro.
- Hay esperanza para las familia acogedoras y solidarias. Si hay un lugar en el mundo del cual podemos seguir esperando que una puerta se abra a la viuda, al huérfano y al extranjero, ese lugar sigue siendo la familia.
- Por último, hay esperanza para la familia que esté integrada a una red de familias, que sea parte de una comunidad que la integre, de una comunidad de amigos, de fe. La familia aislada, tipo gheto, no tiene futuro.
Que Dios bendiga las páginas de este libro, y el trabajo de María Elena. En la medida que siga apostando a la esperanza, seguramente será una bendición.