Lo dijo Graciela Huber quién no sólo estudió en Eirene –realizó cursos y siguió hasta la tecnicatura superior en Orientación Familiar- sino que hoy trabaja activamente en el principal Ministerio a las familias de Argentina.
Asesora Familiar y actualmente consultora clínica en terapia de familias y parejas, Graciela tiene una manera apasionada y fascinante de describir su experiencia como estudiante y profesional que vale la pena leer. A continuación la primera parte, sólo un anticipo, de una extensa e imperdible entrevista que nos brindó.
-Graciela, ¿Cómo llegas a conocer Eirene?
-Llegué a Eirene, recomendada por la Licenciada María Elena Mamarian, creo que corría el año 2000.
-Cómo fué tu primer contacto con el Ministerio, ¿de qué manera?
-En ese tiempo estaba trabajando en el Instituto Del Encuentro, que pertenece a la Iglesia (del mismo nombre) y comenzamos a recibir publicidad, información sobre talleres para padres, docentes y familias. Recuerdo un par de talleres que dictó María Elena Mamarian sobre Violencia Familiar y otros para mujeres y varones sobre temas de pareja y familias.
-Y llegás a Eirene, ¿en qué contexto?
-Llegué a Eirene, recomendada por la Licenciada María Elena Mamarian, creo que corría el año 2000.
-¿Cómo fue tu experiencia realizando la Tecnicatura Superior en Orientación Familiar?
– Comencé a estudiar en Eirene, concurriendo al curso de Asesor Familiar, fueron mis primeros pasos por la Institución. Al finalizar el curso recibí la propuesta de seguir estudiando en la Tecnicatura. Araceli Novo nos alentó a todos los que nos habíamos recibido a seguir creciendo y profundizando, ya profesionalmente, en los temas de familia. La propuesta fue muy bien aceptada, teníamos varias materias reconocidas y eso agilizaría bastante la carrera.
-¿Contanos más de esa etapa y qué considerás más importante de esa formación superior?
–Mi experiencia en la Tecnicatura reforzó y profundizó lo aprendido en el Curso de Asesoría. Fueron años de cambiar la mirada sobre los temas familiares, de aprender, debatir, compartir, experimentar personalmente. Recibí un gran enriquecimiento personal, no sólo a través del bagaje de conocimientos, sino del modelaje, por parte de los profesores, quienes fueron tallando algo nuevo dentro mío. Puedo afirmar que el crecimiento y cambio comenzó conmigo misma, antes de poder llegar a transmitir o intentar orientar a otras familias.
Lo más importante para mí fue la adquisición de herramientas, nuevos criterios para acercarnos a los conflictos familiares y adquirir una mirada empática con las distintas formas de familia, poder inferir y acercarnos a su concepción del mundo, de la vida y de sus propios problemas cotidianos.
Más allá de aprender estrategias para orientar y acompañar, creo que ha sido una transformación, una humanización de la mirada sobre la familia, su rol fundamental y a veces descuidado, aún dentro de las iglesias.
Continuará…
(En unos días, la 2º y última parte de la entrevista a Graciela Huber)